Concierto. AC/DC + The Answer
Hemos tenido que esperar casi una década para que AC/DC volvieran a visitarnos. A un país que les adora. En el que su logotipo pasó a formar parte del paisaje urbano, donde incluso les honramos dedicándoles una calle. Año tras año nos prometíamos que sería el que tocaría, que por fin veríamos a una de las bandas de Rock más grandes de todos los tiempos. Pero caían esos años y no llegaba el momento. Y por fin llegó la cita esperada.
Desde bastante antes de la apertura de puertas las colas estaban bien nutridas. Aunque afortunadamente la entrada se hizo sin demasiados problemas desde poco después de las siete de la tarde. Sin prisa pero sin pausa. Completando de forma continuada el aforo para disfrutar un aperitivo de primera categoría.
Puntuales, a las ocho y media de la tarde comenzaban The Answer. Avalados por dos discos muy potentes, el cuarteto se lanzaba a una misión compleja, abrir para AC/DC siendo desconocido por la mayoría de los asistentes al concierto. Pero lo lograron, y en la media hora que estuvieron sobre las tablas demostraron que el espíritu de Led Zeppelin sigue vivo. Cormac Neeson, perfecto en su papel de frontman setentero, recordó desde el primer momento a Robert Plant. Un vozarrón impactante y unas formas de moverse y animar al público hicieron el resto. Pese a un sonido algo hueco en los primeros minutos, en los que las inmensas gradas todavía no estaban pobladas, sus canciones directas, con un estilo que en ocasiones recordaba también a los mejores Black Crowes, lograron que temas como “Demon Eyes”, “Never too late” y “Under the sky” fueran bailadas por la multitud que como una inmensa marea hechizada comenzaba a notar cada vez más cerca el comienzo de AC/DC. Tiempo habrá de que vuelvan a nuestro país, y esperamos que sea pronto. Pues su juventud y su buen hacer puede llevarles a convertirse en una banda que de mucho que hablar.
Nueve y media en punto. Se apagaban las luces y en medio de un griterío ensordecedor la inmensa pantalla comenzaba a mostrar la película de dibujos animados con la que comienza el show. “Black Train” suponía el comienzo de la catarsis. Miles de personas con los ojos abiertos de par en par coreando el tema del último disco y que antes del comienzo de “Hell ain´t a bad place to be” ya eran muy conscientes de que el concierto permanecería durante años en sus retinas. Phil Rudd tras la simple batería, aporreando como sólo él sabe hacer. Cliff Willians con su pelo blanco, pero con la misma fuerza que siempre. Malcolm, eternamente poseído por el Rock and Roll. Brian, con su camisa negra sin mangas y su gorra, recibido como un mesías. Y por supuesto el espíritu, la magia, la savia a la que todas las miradas se dirigían, Angus, eterno, inmenso, en su pequeña estatura.
Musicalmente maravillosos, no hay que dejar de comentar lo fantástico de la producción. Dos gigantescas pantallas al lado de la batería, más una tercera en una parte superior permitían que el concierto fuera seguido desde cualquier ángulo. Lo real sucedía en el escenario, pero también en las pantallas que mostraban hasta el último detalle de la banda.
De nuevo un tema del último disco, “Big Jack” nos permitía la comparación de la voz de Brian cuando canta clásicos y cuando son temas más actuales. ¿Resultado? Cada día canta mejor.
La Gibson negra en esta ocasión de Angus avisaba de la vuelta al pasado con “Dirty deeds done dirt cheap”, y el solo era perfectamente televisado ante un escenario que pese a ser inmenso queda pequeño ante la inmensidad de los cinco músicos. Arrancaban los “oehs,oehs” que tanto le gustan a Brian y “Shot down in flames” no dejaba lugar para un mínimo descanso. Tal vez fue el único momento del concierto en el que la voz sonó algo diferente, pero con Angus desmelenado y el perfecto combo de Cliff y Malcolm en los coros, prácticamente no se notó.
“Thunder, Thunder” gritaba el Palacio de Deportes llamando a los rayos que se mostraban en las pantallas mientras el solo inconfundible de “Thunderstruck” nos convertía a todos en una fuerza demente incontrolada. “Black Ice” supuso un pequeño momento de respiro, pero casi un espejismo ante la presentación de “The Jack” por Brian en la pasarela que atravesaba el centro de la pista. Brian canta e interpreta. El boggie eléctrico por antonomasia, el blues descontrolado en el que Angus se despoja de su ropa. En esta ocasión sin mostrar en sus calzoncillos una bandera, sino los calzones de AC/DC.
“Hells Bells” llegó casi sin darnos cuentas. Esta vez Brian se columpió poco rato desde la gigantesca campana, pero no importó. “Shoot to thrill” nos mostraba el enloquecido baile de la oca por Angus, que sigue convirtiendo sus solos en espectáculo puro. Y espectáculo de nuevo en las pantallas mientras sonaba “War Machine”, “Anything Goes” y por fin “You Shock me all night long” incidiendo en la fiesta, desde la primera fila hasta el último asiento de la grada más alta. Tras "TNT", “Whole lotta Rosie” acercaba al clímax eléctrico a Angus Young. Clímax que alcanzaría y nos haría llegar a él con “Let there be rock”.
El show llegaba a su final pero aún quedaban “Highway to hell” y despedirnos a cañonazos. No era un sueño, estaban allí y eran ellos. Haciendo lo que siempre han hecho y como siempre lo harán. Y lo mejor es que en esta ocasión, falta muy poco para volverles a ver en directo.
Texto: Fernando Checa García
Fotos: David Esquitino
Etiquetas: Conciertos
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